Una rápida búsqueda en el sitio chino de comercio en línea AliBaba permite encontrar algunas ofertas de “pacú rojo”, un pez gris con el vientre rojo, que se vende por entre US$0,80 y US$1,23 el kilo.
El “pacú rojo” no es más que la pirapitinga, que en castellano se conoce como cachama roja, pacú panza roja o morocó entre otros nombres.
Un pez que es típico de la región amazónica y de la cuenca de los ríos Araguaia y Tocantins.
Pero resulta que la mayor fuente de este pescado en el mundo no es Brasil sino China según los datos oficiales de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
En 2020 se produjeron 59.400 toneladas de pirapitinga en el país asiático. Le siguen Colombia (33.000 toneladas), Vietnam (23.000), Perú (2.100) y Brasil (1.800).
Cabe señalar que este pescado no es muy apreciado entre los habitantes de la región amazónica brasileña, que prefieren otras opciones locales, como el tambaqui (cachama negra), el matrinxã (una especie de brycon) y el jaraqui, de los que hablaremos más adelante.
Además de la producción de peces para consumo humano, China y otras naciones asiáticas se han convertido en referencia en la cría de peces ornamentales amazónicos.
En la actualidad, existen variaciones de una especie llamada acará-disco (pez disco) que sólo se encuentran en Asia, según investigadores entrevistados por BBC News Brasil.
Pero, ¿cómo acabaron estos peces, originarios del Amazonas y sus alrededores, al otro lado del mundo? Pues se trata de una historia de leyendas, cooperación y fuertes inversiones en ciencia punta.
Del Amazonas a Asia
Cuenta la leyenda que antes de Río 92, la histórica conferencia sobre el clima celebrada en Río de Janeiro, el primer ministro chino Li Peng viajó a Manaos, donde se reunió con el entonces gobernador del estado de Amazonas, Gilberto Mestrinho.
Durante el encuentro, el emisario chino habría recibido como regalo algunas parejas vivas de tambaquis, que se llevaron al país asiático, y ese habría sido el inicio del interés allí por las especies acuáticas amazónicas.
El hecho es que hay pocas pruebas o registros oficiales de este encuentro, y las principales personas supuestamente implicadas en este episodio de 1992 (Li Peng y Gilberto Mestrinho) ya están muertas.
Entonces tratamos de confirmar la historia poniéndonos en contacto con el gobierno del estado de Amazonas y la embajada de China en Brasil, pero no obtuvimos respuestas hasta la publicación de este artículo.
Los especialistas en piscicultura consideran que es mucho más probable que la introducción de especies amazónicas en otros países se produjera gradualmente y a través de varias fuentes diferentes.
Francisco Medeiros, presidente de la Asociación Brasileña de Piscicultura (Peixe BR), recuerda un acuerdo firmado en los años 80 entre Brasil y China.
“Hubo un intercambio en el que nuestro país recibió carpas y tecnología para la producción de estos peces y, a cambio, ofreció materiales sobre algunas especies autóctonas”, afirma. “Y cada parte aprovechó la información como quiso”.
Un artículo publicado en 2018 destaca que ya se habían observado tambaquis y especies híbridas en varios países de los que no son nativos, como Estados Unidos, China, Indonesia, Myanmar, Vietnam, Tailandia y Singapur.
En el texto hacen referencia a que pudieron haber llegado de forma accidental, pero también deliberada con el objetivo de poner en marcha piscifactorías de estos peces en otros lugares.
Otra fuente que se menciona como posible medio de propagación es la acuariofilia, la práctica de mantener especies acuáticas en tanques para decoración y disfrute.
Un estudio realizado en 2011 en la Universidad de Zagreb, en Croacia, trató de desentrañar cómo dos pirapitingas acabaron en ríos de Europa central.
La principal hipótesis planteada es que unas personas encargadas de un acuario arrojaron estos peces, por alguna razón, a los depósitos de agua locales, que al parecer reunían las condiciones básicas para que sobrevivieran y se reprodujeran.
Seamos claros: este intercambio de especies entre países estaba mucho menos regulado hace tres o cuatro décadas.
Y solo recientemente han surgido leyes estrictas que impiden o dificultan la salida y entrada de plantas, animales, hongos y otros seres vivos entre fronteras.
“Basta recordar que la soja, uno de los principales productos de exportación de Brasil en las últimas décadas, procede de China“, ilustra Medeiros.
“En otras palabras, estamos hablando de un proceso legal. La diferencia, en el caso de los peces, es que China decidió convertirlos en un producto comercial y ganar dinero con ello”.
Más belleza en los acuarios
Además de las especies criadas para el consumo (como el tambaqui y la pirapitinga), también llama la atención lo ocurrido con los peces ornamentales amazónicos.
“El acará-disco, originario de la Amazonia, se vende en el extranjero con nuevos colores y características que no existen en Brasil”, señala Giovanni Vitti Moro, investigador de Embrapa Pesca e Aquicultura.
Estas nuevas cepas de la especie se desarrollaron a partir de cruces o seleccionando las características deseadas mediante manipulación genética y son apreciadas por aficionados a los acuarios de todo el mundo.
“Hoy en día, tenemos que importar estas diferentes matrices del acará de China, India y Tailandia”, añade Moro.
El biólogo Adalberto Luis Val, del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía, señala que Brasil también está rezagado en este mercado de acuarios.
Esto se debe a que los productores locales siguen dependiendo del extractivismo, que se basa en recoger estos peces directamente de la naturaleza, en lugar de criarlos y reproducirlos en tanques.
“Necesitamos desarrollar tecnologías para la producción de estos animales en cautividad. China ya lo hace, y el mercado de los acuarios ha indicado que entre 2025 y 2030 se reducirá gradualmente la importación de peces ornamentales procedentes del extractivismo”, afirma el investigador y profesor.
“Esto se debe a que de cada diez peces que se recogen del medio natural para su exportación, nueve mueren por el camino”.
Lo que dicen las cifras
No cabe duda de que China es, con diferencia, el líder mundial del mercado del pescado. Según los registros de la FAO, el país asiático produjo 83,9 millones de toneladas métricas de pescado de captura y acuicultura solo en 2020.
Para hacerse una idea, el segundo puesto es para Indonesia, con 21,8 millones, una cifra casi cuatro veces inferior. Le siguen India (14 millones), Vietnam (8 millones) y Perú (5,8 millones).
Brasil, a pesar de poseer un extenso litoral y la mayor cantidad de recursos hídricos del planeta, está muy lejos.
La FAO calcula que Brasil produjo 1,3 millones de toneladas de pescado para consumo en 2020. Esto hace que el país ocupe el puesto 21 en la clasificación mundial, por detrás de naciones con menos territorio como Ecuador, Marruecos, Japón y Perú.
Fuente: BBC